Los resultados del encuentro de los presidentes de Colombia Juan Manuel Santos y de Venezuela Nicolás Maduro, se constituyen en un triunfo de la diplomacia y de la madurez de nuestros mandatarios que han entendido que por encima de las diferencias, odios y equivocaciones está la concertación y la paz en nuestra región. Esto es un ejemplo para el mundo, especialmente países del Medio Oriente, Europa, Asia y África que se desatan enfrascados en conflictos irreconciliables.
Antes de la reunión en Quito la opinión pública nacional y el mismo presidente Santos se mostraban pesimistas, sin embargo pudo hallar un ambiente propicio para comenzar a encontrar las soluciones al conflicto fronterizo entre Colombia y Venezuela que se desató desde el pasado 19 de agosto cuando Maduro ordenó la expulsión de los colombianos ilegales que comenzaron a retornar por cientos en difíciles condiciones, crisis que se agravó con la determinación de cerrar la frontera con el argumento de que estaba permeada por grupos armados ilegales, que propiciaban el tráfico de drogas, combustibles y el contrabando de todo tipo de productos.
Es importante destacar el papel fundamental del presidente de Ecuador Rafael Correa, que demostró su liderazgo regional no solo al facilitar su territorio para que se dieran los diálogos, sino en ayudar a que los mandatarios en disputa comenzaran a entender que se necesitaba ceder en la búsqueda de acuerdos, primero para sortear la crisis mediática y segundo para que estos mismos marcaran las pautas en el mejoramiento de las relaciones bilaterales a través de la lucha conjunta contra problemas que afectan a las dos naciones, principalmente las acciones de grupos delincuenciales como Los Rastrojos y Los Urabeños, que hacen de las suyas en la zona de frontera.
Por supuesto que el aporte del presidente de Uruguay Tabaré Vásquez cayó como anillo al dedo, porque en su calidad de presidente pretempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) facilitó que se rompiera el hielo y esos odios guardados. Frente a estos resultados nos satisface estar al frente a un nuevo horizonte en nuestra zona y que los países latinoamericanos comenzaron a demostrar madurez en el manejo de la política exterior.
Sabemos que el problema entre Colombia y Ecuador tendrá un duro trasegar para llegar a recuperar la confianza y las relaciones sólidas, pero nos subimos en el tren del entendimiento y la buena voluntad.
Es lógico en este el ramillete de acontecimientos en torno al encuentro en Quito que surgen opiniones divergentes como las del expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien argumenta que Santos debió haber exigido explicaciones sobre los atropellos a los colombianos en la frontera. A la vez que se pregunta en qué queda la violación de DD.HH, el despojo de pertenencias, la expulsión y tortura de colombianos.
Como todos sabemos, en reuniones los cancilleres de las dos naciones han venido discutiendo los pormenores y lanzándose puyas, e incluso luego de que el presidente Santos le presentara pruebas de la invasión del espacio aéreo por naves venezolanas, Maduro le llamó la atención y reclamó frente a los asistentes a su ministro de Defensa, el general Vladimir Padrino López.
Si no nos despojamos de los odios frente al que consideramos nuestro enemigo y si no miramos el diálogo por encima de las armas y los improperios, jamás vamos a encontrar la paz, y en este orden de ideas esto es lo que estamos viviendo en Colombia en las negociaciones entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de las Farc en buscan de acabar más de 50 años de conflicto.